domingo, 20 de diciembre de 2009

Muchos más albergues, travesías lejos de las carreteras, mejor señalización. Las flechas amarillas de Santiago disparan cada vez con mayor eficacia.

Se llevan mochilas al siguiente albergue; dos euros", reza un cartel en la puerta de un bar en Triacastela. En otra cuadra cercana, el dueño ha quitado los animales y ha puesto media docena de máquinas de vending: desde sándwiches hasta café caliente, pasando por apósitos para las ampollas. Hay un chorro de dinero circulando y nadie quiere perder tajada.

El auge de las peregrinaciones a Compostela ha vuelto a traer una nueva edad de oro al Camino de Santiago y, como ya pasó en la Edad Media, las poblaciones por las que transita se transforman. Cada año llegan más peregrinos que el anterior y cada nuevo Xacobeo significa un empujón a las estadísticas. A principios de noviembre de 2009 ya habían llegado a la catedral compostelana tantos peregrinos como en 2008 (unos 125.000), y para este nuevo Xacobeo 2010 se prevé que las cifras se desborden.

comercio y picarescaQue te cobren cinco euros por un desayuno con magdalenas industriales envasadas en plástico o 25 por dormir en una habitación infecta de una casa particular (y dando gracias, porque igual hay 500 personas pernoctando en un pueblo de 100 habitantes) es algo habitual, sobre todo en verano. Claro que no hay por qué escandalizarse: la cosa viene de largo. Ya en 1133 las autoridades de Compostela amonestaron a los comerciantes tras comprobar que cobraban más al peregrino que al residente. Y unos años después, el obispo Gelmírez mandó canalizar agua hasta una fuente en la fachada norte de la catedral de Compostela para librar a los peregrinos de la codicia de sus caseros, que pretendían cobrársela.

Hoy la señalización del Camino Francés está ya muy consolidada, pero al principio de este boom hubo algunos que desviaban las flechas amarillas para que el maná jacobeo pasara por delante de su bar o de su hotel.

Vida para pueblos olvidados

Lo cierto es que hay pueblos perdidos en las soledades de la estepa castellana y de nombre singular, como El Burgo Ranero o Calzadilla de los Hermanillos, a los que entra más gente por la senda jacobea que por la carretera nacional. En Rabanal del Camino, una minúscula localidad de los montes de León, existen cuatro albergues de peregrinos, dos hoteles y una casa rural. Más paradigmático es el caso de Foncebadón, un pueblo también leonés abandonado y derruido desde hace al menos un siglo, en el que ya se han abierto tres albergues, una hospedería y un restaurante con carta medieval. Sarria (Lugo) ostenta de momento el récord: ocho albergues para romeros (aunque posiblemente mientras lee estas líneas se esté inaugurando alguno más). Todo esto ha redundado en comodidad para el peregrino. Hace unos años había que planificar las etapas con cuidado porque escaseaban los sitios donde comer y pernoctar. Hoy, la cifra de albergues para peregrinos diseminados por todo el Camino Francés asciende a 254.

albergues públicos y privados

Si hay algo que identifica al Camino de Santiago y lo hace diferente a cualquier otra ruta senderista del mundo es la red de albergues exclusivos para peregrinos. Es la herencia de aquella tradición hospitalaria que permitió a los viajeros medievales moverse por el mundo. En ellos sólo pueden dormir quienes peregrinen a pie, en bici o a caballo y estén en posesión de la credencial de peregrino, una especie de pasaporte que expiden iglesias, asociaciones e incluso los propios albergues, y que los hospitaleros van sellando para autentificar el paso de los verdaderos peregrinos. Y evitar que se les cuelen veraneantes en busca de alojamiento barato.

Pero hasta en esto el Camino ha cambiado. Los albergues empezaron siendo gestionados por la Iglesia, ayuntamientos y asociaciones de amigos del Camino, y sólo se pedía la voluntad. Pero muy pocos dejaban la voluntad; es más, algunos aprovechaban para llevarse la caja. Aquel cartel que colocó un cura en el cepillo: "Peregrino, deja lo que puedas, toma lo que necesites", es ya un recuerdo nostálgico. Lo normal es que pidan ahora un precio fijo (tres o cuatro euros), excepto honrosos casos, como los albergues gestionados por la Federación de Amigos del Camino de Santiago, que siguen fieles al sistema de donativos.

Ante la afluencia masiva de romeros y la escasez de plazas en estos albergues públicos ha surgido una figura nueva: el albergue privado. Son seudohostales con servicios para el caminante, que poco a poco van siendo regulados por ley, en los que se ofrece alojamiento en literas, calefacción, agua caliente y diversos servicios a un precio fijo, que suele oscilar entre siete y 10 euros. La mayoría ofrece el mismo espíritu de acogida que los públicos, en zonas donde antes no había nada y con buena relación calidad / precio. Pero también los hay que sólo ven en el caminante un negocio, sin resquicio a la hospitalidad. En un albergue privado de Hospital de Órbigo vi cómo le negaban la entrada a un peregrino porque no podía pagar siete euros, a las siete de la tarde de un día de invierno.

'Compostela' o certificado

Hasta ahora, los peregrinos que llegaban a Santiago y demostraban mediante la credencial que habían completado los 100 últimos kilómetros a pie o a caballo o los últimos 200 kilómetros en bicicleta obtenían la compostela. Un documento en latín que certifica haber hecho el Camino por devotionis affectu, voti vel pietatis causa, es decir, por la devoción, el voto o la piedad. Antiguamente se utilizaban las conchas de vieira, que sólo se podían comprar en Santiago. Tan rudimentario sistema de certificación fue evolucionando con los siglos hacia las cartas probatorias. Pero ante la heterodoxa riada actual, la Iglesia quiere reconducir el carácter religioso de la peregrinación. Ahora, al llegar a la oficina de acogida de la catedral, al peregrino se le pregunta por sus motivaciones. Si son religiosas, se le concede esta compostela. Si son de otro tipo, se le entrega un certificado de bienvenida, en español.

La flecha amarilla

Señalizar todos y cada uno de los cruces y desvíos a lo largo de casi 800 kilómetros de ruta parece tarea imposible. Pero está hecho. Empezó en los años ochenta el cura de O Cebreiro Elías Valiña, que iba con un cubo de pintura amarilla y una brocha pintando flechas por el monte. Y siguieron administraciones y asociaciones de amigos del Camino. Hoy se puede ir de Roncesvalles a Santiago sin pérdida. Además, desde el Xacobeo 2004 se han construido más desvíos para sacar la ruta de los pocos tramos que quedaban aún por el arcén de carreteras nacionales.



Otros caminos

Todo esto ocurre en el Camino Francés, el más conocido, el más transitado desde la antigüedad. Entra en la Península por Roncesvalles (por el puerto de Somport en su variante aragonesa) y pasa por Pamplona, Logroño, Burgos y León antes de acceder a tierras gallegas por O Cebreiro. Pero hay otros muchos caminos que han mejorado de manera ostensible desde el último Xacobeo. Rutas también históricas, usadas por viajeros del Medievo y que ahora, al rebufo del éxito del francés, están siendo puestas en valor.

El principal de estos secundarios es el Camino Portugués, cuya primera flecha amarilla está pintada en la fachada de la Sé de Lisboa. Es una oportunidad única para conocer un Portugal distinto, a pie o en bicicleta, por caminos, parajes y aldeas remotas vedados a quienes viajen en coche. Desde Lisboa remonta el Tajo hasta Santarém y de allí sigue hacia el gran monasterio de Tomar, Coimbra, Porto y Vila do Conde, para entrar en Galicia por Tuy. También está señalizado, pero continúa con la misma escasez de albergues en la parte portuguesa como en el último Xacobeo: sólo tres.

Le sigue en número de romeros el Camino del Norte, el favorito para hacer en verano. Empieza en Irún y discurre por toda la cornisa cantábrica, con el mar a la derecha y la verde cordillera a la izquierda. Una delicia. Pasa por San Sebastián, Bilbao, Santander, y cerca de Oviedo se divide en dos: el de la Costa prosigue por Gijón, Avilés y Ribadeo, y el Primitivo se va al interior de Asturias hacia Grandas de Salime y Lugo. Está muy bien señalizado y el número de albergues ha crecido de manera espectacular desde 2004.

La Vía de la Plata aprovecha la traza de varias antiguas calzadas romanas que unían Sevilla con Astorga a través de Extremadura y Castilla y León. También ha mejorado mucho su trazado y señalización desde 2004. Y ahí más: el Camino Inglés (A Coruña-Santiago por Ferrol), el Camino de Fisterra (el único que en vez terminar en Santiago empieza allí; se dirige al cabo de Finisterre para visitar al Santo Cristo de Fisterra y el santuario de A Barca, en Muxía), el Camino de Álava, el Camino de Madrid, el de Soria, el del Valle del Ebro...

Las peregrinaciones están de moda. Y son un negocio. Por eso no hay Ayuntamiento que se resista a la tentación de poner un Camino de Santiago en su término.

Fuente: Elpais.es

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